viernes, 27 de febrero de 2015

Arcas y preguntas



En diciembre había mayúscula preocupación. Juan Sebastián Verón copaba los medios denunciando números falseados en el balance 2013/2014 y un pasivo real de 276 millones de dólares, teniendo que afrontar Estudiantes, para junio de este año, 86 de esos millones. Entonces, cuando dos meses después cerró el mercado y habíamos traído nueve jugadores, tres de ellos de enorme jerarquía (Pereira, Domínguez y Sánchez Miño), los socios comenzaron a hacer algunas preguntas.

¿Había recaído Estudiantes una vez más en el aporte de afuera, ese que trajera tantas aves de paso entre 2007 y 2012? ¿Ese que se llevara a Carbonero sin dejar nada, en un claro ejemplo de la poca fiabilidad de ese método de financiación? ¿Ese que no regala nada, que presta y después se cobra con intereses?

“Hemos recibido muchas propuestas de ayuda económica y que estuvimos a punto de aceptar cuando se había demorado el pago de Correa. Pero por suerte se destrabó y no tuvimos ayuda de empresarios externos. Todo el dinero utilizado fue de Estudiantes”, explicó Sergio Buscemi, uno de los encargados de las finanzas, al Diario El Día, desmintiendo los rumores suscitados mientras los jugadores seguían llegando a un club en rojo aunque sin aclarar como, por caso, dos jugadores codiciados como Sánchez Miño y Delgado arribaron al club “sin cargo”. ¿Quién los trae y bajo qué condiciones?

La declaración de Buscemi se dio luego de que el club, en respuesta a los pedidos societarios, hiciera pública la ingeniería financiera que permitió traer a los nueve hombres. El dinero ingresado por Correa era, por supuesto, la clave, la base de la que partió el club y de la que parte el informe, detallando que en las incorporaciones (varios a préstamo, algunos sin cargo, otros a partir de la compra de un porcentaje) se gastó “solamente” el 33% de los 8 millones de dólares netos que llegaron por el Tucu.

Lo que equivale a 2,7 millones, un dinero que, contó Buscemi, se pagará en diferido, es decir, a lo largo de dos años. “El techo final de las posibilidades del equipo lo pone, entonces, el tirano dinero: si Estudiantes puede salir de la simpática medianía de pelear y estar ahí, si 2015 es la temporada del salto de calidad parece residir, antes que en el entrenador, la táctica o los huevos, en la capacidad de la comisión directiva entrante para ponerse creativos, disimular las ventas y circundar las limitaciones económicas. El techo, sea cual sea, quedará fijado en este mercado de pases”, escribí en diciembre: las vigas parecen haber sido colocadas bastante alto y, ahora sí, le toca ensamblar el techo al Míster.

Pero la famosa ingeniería parece tener sus límites. En primera instancia, el gasto del club en sueldos (y solamente en sueldos de jugadores, pues no se consignan las primas prometidas, impuestos o el sueldo del cuerpo técnico) ascenderá de 37 millones a 43. Como los números marean resulta complejo saber cómo se construyen esas dos cifras: el ingreso mensual de cada jugador no se consigna por motivos de confidencialidad, pero sí se sabe, por ejemplo, que con impuestos, primas y toda la bola el presupuesto para sueldos superaba los 60 millones en el balance de 2014.

Imposible para el socio, entonces, dilucidar cuán sustentable es el ingreso de nueve jugadores nuevos en un plantel que era corto, pero que casi no ha tenido bajas (pleno de la CD, que se la jugó a ingresar a la Copa). También es relativamente preocupante el pago diferido: hoy descansa las golpeadas arcas y permite a Estudiantes cubrir el pasivo con el dinero de Correa, pero, ¿y mañana? La pregunta es qué ocurrirá en 2016, cuando esos pagos se sumen a los que ya tiene asumidos Estudiantes dentro de su deuda de 276 millones, y, además, se encuentre ante la muy real posibilidad de perder a Pereira, Acosta, Delgado (a préstamo hasta diciembre) y Sánchez Miño (hasta junio de 2016), o de tener que pagar una buena suma para mantenerlos.

Ante ese escenario, el Pincha se verá obligado (también por la demanda constante de renovación y éxitos deportivos) a traer nueva sangre, forzado a repetir las proezas ingenierísticas de este mercado, y, antes que nada, a vender: el nombre, está claro, es Carrillo, y si el resto de los clubes se percatan de la importancia de esos dólares para las arcas del club, su pase podría perder valor.

Además, por supuesto, toda la movida (la venta, las partidas obligadas) implicarían otra vez la necesidad de reconstruir el equipo y de crecer andando, una dificultad ya habitual para Mauricio Pellegrino. Este año la comisión ha optado por premiar al entrenador con un equipo de jerarquía, que se opone a la esperanzadora juvenilia de las pasadas temporadas: la apuesta, las fichas, están puestas ahora, y después se verá.

El salto de calidad que realiza Estudiantes para este 2015, muy bienvenido deportivamente y más con las cifras publicadas por la CD, asoma entonces como poco estable, no sustentable: irrumpe la línea de crecimiento estable que acompañó la presidencia de Lombardi, que pretendía edificar un equipo de elite desde abajo (un sueño que ordenó al club en su economía y su proyecto, aunque deportivamente se quedó en las puertas un par de veces), buscando los liderados por Verón un shock de calidad que cumpla con aquel pedido casi utópico a la saliente comisión (reforzar fuerte sin condicionar fuerte).

Para competir, lo adelantábamos, es necesario reforzarse: como el fútbol argentino niega su crisis trayendo jugadores de las maneras menos convencionales (y la presencia de los empresarios crece, como en el resto del mundo) y endeudándose cíclicamente, pateando la pelota siempre para adelante, Estudiantes también parece caer en el corto plazo de la apuesta deportiva. ¿Es posible otra vía en el fútbol vernáculo? Lo que resta ver, en definitiva, es cuán sostenible será para Estudiantes este salto de calidad cuando pase el tiempo y los cobradores vuelvan a golpear las puertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario