martes, 12 de julio de 2011

Rebeldía, esa materia pendiente

Por Cristian Grosso para canchallena.com

En septiembre de 1997 había cumplido los 17 años en Alejandría. En septiembre de 2007, obviamente cumplía 27, estaba en Melbourne? y la situación le dibujaba una sonrisa a Gabriel Milito. "Egipto, Australia... ¿En qué lugar del mundo me sorprenderán los 37??", bromeaba. Enseguida se ponía serio el zaguero que había elegido Alfio Basile para comandar una defensa central que ya no contaba con Roberto Ayala, porque el Ratón había elegido retirarse de la selección. La charla buceaba sobre el vacío de referentes? "Mi filosofía es afrontar cada partido como si fuese el único y el último. A la selección hay que tomarla de esa manera, con ese compromiso. Es el camino para recuperar la mística, para volver a una época en la que si jugaba la Argentina, ya sabías cómo salía el partido: ganábamos nosotros. Al equipo hay que colocarlo de nuevo en ese lugar; hay que subir un escalón más y ese pasito es el que estamos buscando dar". 


-¿No creés que hay una generación de jugadores que ya deben dar el salto y asumir más responsabilidades de conducción y liderazgo en la selección? Concretamente me refiero a vos, Mascherano, Cambiasso, Burdisso, Tevez?  


-Sí, mi generación se tiene que hacer cargo de la selección, pero de nada serviría si es de una manera abrupta. Las refundaciones no sirven, porque dañan a gente muy valiosa. Acá están Pupi, el Pato [por Abbondanzieri], Hernán [por Crespo], el Gringo Heinze, la Bruja [por Verón], todos muchachos que le han dado tanto a la selección y nos han enseñado a quererla. 


Pasaron casi cuatro años. De aquéllos sólo sobrevive el inoxidable Zanetti. Esta noche, en Córdoba, la responsabilidad será de ellos, que ya no son nuevos, debutantes ni improvisados. A esta generación no le corresponden culpas anteriores, pero sí el presente desteñido. Su rebeldía aún es una materia pendiente. Se trata nada menos que de desactivar una bomba. Prohibido fallar, vaya carga emocional. El orgullo aguijoneado los debe provocar. Todo frente a un público con una receta previsible: una tacita de ansiedad, una pizca de desconfianza, gotitas de resquemor, intolerancia y bronca, a gusto. 


Espoleados por la vergüenza deben asumir el operativo rescate. El entrenador tampoco puede desentenderse, desde luego. Batista pondrá en juego virtudes más valiosas que sus visiones estratégicas: el ascendente, la credibilidad, la persuasión y el tejido de la intimidad son resortes en los que Checho influye directamente. Y no siempre acertó. La escala -o despedida- en Córdoba pondrá a prueba los liderazgos. Reclamará firmeza en la conducción y épica competitiva. Espíritu inclaudicable. Nada de palidez. Menos, egoísmos. Porque la reparación es una misión compartida. O un colapso. 


Que la asonada del vestuario santafecino haya sacudido el carácter, no avivado las broncas. Los hombres de bien lo deben entender así. Más si aspiran a la gloria, al reconocimiento. La condición ideal de un equipo se da cuando se siente desafiado y así lo tendrán que interpretar frente a Costa Rica. Un pacto de determinación y compañerismo. Ni amistad ni condescendencia, pero sí generosidad para administrar colectivamente un destino que retumbará en todos. 


Ni guapos ni gritones ni patoteros. Nadie sale de problemas sólo con arengas, pero un equipo se afirma desde los alineamientos. Son indispensables. Contagiar bravura y confianza puede ser la antesala de una gambeta que abra un partido. Los rostros espectrales se contagian, hielan los huesos, paralizan las piernas. Detienen el corazón. La solidez de cualquier persona se manifiesta ahora, en circunstancias límite. Envueltos por un tejido de urgencias, cuando acecha una eliminación que clavaría en la frente el cartelito de papelón, cada uno reacciona según su personalidad. La generación anterior ya quedó señalada. Milito decía en Melbourne que cada partido de la selección convendría tomarlo como si fuese el único y el último. Una buena percepción para recordar. La noche cordobesa examinará quién es quién ahora. 

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