lunes, 22 de diciembre de 2014

Un camino de espinas

Cargadas aparte, el campeón de la Libertadores no pudo hacer demasiado ante Real Madrid, con un plan de juego tibio en un encuentro más cerca de la goleada que de la hazaña. La narrativa épica, seguramente, se concentrará en la multitud que viajó hasta Marruecos, y chocará cuando, durante la bizarra temporada 2015, el subcampeón del mundo enfrente al Club de los Cinco y tenga que bancar el lastimero cantito de “para ser grande...”
 
Por supuesto que la actuación deslucida y triste de los de Boedo engrandece la épica trágica de 2009cuando un Estudiantes diezmado, que nada tenía que ver con el campeón de 2009, enfrentó al mejor equipo de todos los tiempos y lo tuvo de rodillas. En parte por no retener a un puntal de aquel campeonato como Mariano Andújar y por la obligación económica de diezmar el equipo de cara al encuentro más importante en cuatro décadas, en parte porque el fútbol tiene esas cosas, el planteo perfecto de Sabella, recordado en la antesala del encuentro con el Real, se frustró en una confusa salida en falsa que poco tuvo de barceloniana.
 
Fue una actuación para los anales tácticos, pergaminos que Pachorra revalidó en el Mundial para los detractores que dejan que la ideología nuble el análisis. Fue, también, derrota finalmente, dolorosa, heroica, pero derrota. Se aprende y se sigue adelante: a cinco años, ya es hora.
 
Para sacar un clavo, nada mejor que otro clavo: Estudiantes necesita volver a la épica para que el pos 2009 no se transforme en la década del 70. Increíblemente, Mauricio Pellegrino viene construyendo un equipo con capacidad de juego y épica con paciencia, pero su nombre sonó entre los candidatos a la guillotina cuando Estudiantes cayó con el mejor equipo del fútbol sudamericano del semestre. Fue el segundo equipo que más puntos sumó, y aunque siempre pareció que tenía más para dar, pocas veces se tiene en cuenta que los jóvenes son sólo promesas y que la volatilidad etárea hace a la capacidad de un equipo de sostenerse coherentemente.
 
Errores de Pellegrino hubo miles, desde ya: muchos goles en contra de pelota parada, poco a favor, un retroceso poco aceitado cuando el equipo se para en ataque. Pero muchos más fueron los aciertos del entrenador para levantar el buque naufragaba (¿recuerdan los rumores de descenso?) y constituir un equipo competitivo y, sobre todo, sustentable: pocos refuerzos de renombre, aciertos en los nombres de segundo orden (Aguirregaray, Cerutti) y mucho piberío para bancar una crisis económica voraz, luego de años intentando repetir el 2009 a partir de una política de refuerzos derrochona.
 
El equipo de Pellegrino se erige, lentamente, en espejo circenseno de aquel campeón libertador, cofradía de hermanos hombres, sino de aquel del 2005/2006: el merlismo y el burruchaguismo poniendo muchos pibes al lado de un par de experimentados, la muchachada creciendo por el fragor de las batallas americanas, y ese primer trimestre de 2006 como gran aprendizaje de cara al segundo semestre hollywoodense, donde, claro, la estampa de la Brujita y el Cholo se marcaría a fuego en el plantel.
 
Este equipo, como aquel, amagó con dar pelea en varios torneos, pero finalmente, juvenilia, errores puntuales, puntos perdidos en canchas facilongas, un plantel corto y otras coyunturas bajaron de un hondazo la ilusión. Esta temporada el Pincha peleó todo lo que jugó, pero se quedó sin nada y cerró el año con la mente en modo vacaciones.
 
La era Verón malacostumbró a toda una generación que ahora recarga de histeria cada mercado de pases y cada derrota, exigiendo cabezas y nombres estrafalarios: tras la goleada en contra ante San Lorenzo, el estallido en las redes sociales (que se ha descubierto caprichoso, muchas veces irrelevante y poco representativo) se hizo oír, una turba iracunda pidiendo sangre. Sin respeto por el proceso. Sin respeto, siquiera, por los números. Porque los pibes han crecido también en ese rubro, el equipo va mejorando año a año sus actuaciones, y este torneo, como si nada y en medio de cierto disconformismo hinchista propio de un lustro dulzón para Estudiantes, los de Pellegrino alcanzaron los 31 puntos. Mejor marca desde Sabella.
 
Pero este equipo no se parece a aquella cofradía de hermanos-hombres. Sí tiene algunos aires a los que vinieron después: porque a diferencia del proceso armónico que se dio entre 2004 y 2006, que permitió que se afianzaran los chicos y que los jugadores utilitarios traídos como refuerzos crecieran (¿recuerdan al Chapu suplente?), este proyecto ha sido sumamente turbulento.
 
Las arcas mandan. Estudiantes tuvo que desprenderse casi obligado de Duvan Zapata, Gerónimo Rulli, Jonathan Silva y, ahora, Joaquín Correa, uno de esos que no se reemplazan. También dicen que una oferta millonaria por Carrillo sería difícil de rechazar. Este equipo, a diferencia de aquel de 2006, se tiene que rearmar constantemente: el entrenador se queja, pide refuerzos, que siempre son apuesta y por ende, en caso de que no funcionen, siempre se necesitan en mayor número. Las balanzas se curan, pero sólo un poquito, nunca del todo. Y entonces, seis meses después, de nuevo Estudiantes pierde lo mejor que tiene.
 
Durante el año hablamos del techo del equipo. Parece por momentos ilimitado, alimentado por el entusiasmo del hincha ante una actuación voladora; aunque el verdor muchas veces determinó que Estudiantes no estuviera para pelear seriamente, para conseguir la solidez de juego y espíritu necesaria para ser contendiente. Pero con el tiempo, y a pesar del desguase, el verdor muta en madurez. Y el techo final de las posibilidades del equipo lo pone, entonces, el tirano dinero: si Estudiantes puede salir de la simpática medianía de pelear y estar ahí, este año que se viene, si 2015 es la temporada del salto de calidad parece residir, antes que en el entrenador, la táctica o los huevos,  en la capacidad de la comisión directiva entrante para ponerse creativos, disimular las ventas y circundar las limitaciones económicas. El techo, sea cual sea, quedará fijado en este mercado de pases.