sábado, 30 de marzo de 2013

No es lo que hay: un llamado a la cordura

Demasiados técnicos han pasado ya por el club durante estos últimos años como para plantear hipótesis simples para esta crisis que atraviesa Estudiantes. Tampoco, claro, es el Pincha la anomalía: todos los clubes despiden técnicos con pasmosa facilidad, la misma con la cual contratan al sucesor entre los técnicos disponibles y pagables, mientras hablan de proyecto y largo plazo. Por eso, dada la escasa disponibilidad de nombres, son demasiado pobres los técnicos que suenan para suceder, como para imaginar soluciones simples a esta crisis que atraviesa Estudiantes.

Los problemas son varios, profundos y de difícil diagnóstico. Pero, pareciera, lo que requiere urgente solución es la inmediatez, lo futbolístico. El paso al costado de Cagna sirve para dar aire, bríos, a un ciclo que se notaba desgastado aún en sus momentos de juego pasable. Quizás estirar la decisión, por motivos económicos, por falta de convencimiento en los nombres que rondaban, y también por respetar la bandera del "proyecto", haya sido desacertado, teniendo en cuenta que Cagna nunca fue el DT elegido para el largo plazo y la tan mentada transición, sino un técnico que llegó tras la negativa de los señalados por la sede para llevar adelante el proyecto futbolístico. Cagna llegaba con la obligación de demostrar, se construyó un colchón de 28 puntitos el torneo pasado, pero despilfarró su crédito en estas siete fechas.

Las derrotas, y sobre todo su forma desoladora, protagonizadas por un equipo desinflado, atonal, evidenciaron ánimas bajas y, sobre todo, la incapacidad del actual cuerpo técnico de elevarlas. Quizás hayan colaborado los constantes cambiazos y borronazos como única solución, el sufrimiento defensivo de un equipo que se olvidó, a pesar de contar con tres centrales de experiencia, como marcar la pelota parada, la falta de cambio de ritmo, de sorpresa, en el ataque, siempre terminado en centro largo y predecible, siempre lento en la transición, y, claro, la evidente merma física de los segundos tiempos, que provocó las derrotas que más duelen. Cualquier falencia de las muchas que muestran los equipos de Argentina se expone doblemente cuando las cabezas andan gachas, cuando no hay confianza. En siete fechas, Estudiantes fue potenciando cada desgracia con otra desgracia en un suplicio que parecía no tener fin. Un suplicio que dejó sin fuerzas ni respuestas a Cagna y también a sus jugadores, notablemente abrumados por cada gol sufrido.

Los tres puntos en siete fechas parecen empujar, por un lado, a emparchar rápido el fútbol: conseguir alguien que se haga cargo del equipo, que comience a trabajar ya mismo en la remontada, parece obligado. Y sin embargo, en esas condiciones se contrató a Cagna, Berizzo, Sensini, Russo, incluso a Sabella, único de la lista en funcionar. Si Estudiantes apuesta verdaderamente al largo plazo, no debe conformarse con lo que hay en el mercado. Debe apostar por un DT que amerite banca en las difíciles porque es un técnico integral a un proyecto. Repite Verón cada vez que puede que Ferguson pasó sus cuatro años iniciales sin ganar nada en Manchester: Estudiantes necesita su Ferguson, difícil en un fútbol gobernado por la intuición, el amiguismo y la ambición, hermanos del cortoplacismo.

Si ese hombre idóneo no está disponible, debe, necesariamente, esperar tanto tiempo como pueda (es decir, lo que resista el interinato) en busca de su conductor ideal, porque, en definitiva, quien venga enfrentará los mismos problemas de fondo que condenaron a varios entrenadores al fracaso. Sino continuará contratando técnicos incapaces de elevarse de la medianía, aves de paso que durarán lo que duren los resultados circunstanciales, y el volátil ánimo y el compromiso de los jugadores que son directa consecuencia de ellos.


miércoles, 27 de marzo de 2013

La inteligencia valiente




En “Ilíada”, uno de los dos cantos homéricos sobre el mítico pasado de la civilización griega, rigen las leyes de la retribución y el sometimiento a la voluntad de los dioses. Y en su universo de semidioses como Aquiles (que es, después de todo, Brad Pitt El Perfecto), Odiseo, “el de pensamientos complicados”, es considerado un cobarde por sus inteligentes ardides para alcanzar la victoria. Una idea suya acaba con una guerra inútil, entre pueblos hermanos, originada en el orgullo de sus despóticos gobernantes: pero este episodio clave en la historia helénica queda afuera de un canto que se centra en la furia de Aquiles, toda una guerra justificada por venganzas y egocentrismos.

Distinto es el héroe de “Odisea”, protagonizada por un hombre nuevo para un mundo nuevo. El mundo tribal dio lentamente lugar al panhelenismo, que obligaba a la convivencia y la diplomacia. Tres siglos más tarde, la tragedia de Sófocles recuperaría al héroe en “Ajax”, reflejando el cambio del paradigma de héroe que a la vez implicaba un cambio de valores. En medio del auge del panhelenismo, el autor, casi existencialista, quizás iconoclasta y sin dudas apesadumbrado por el silencio de los dioses, ve en el Odiseo de “Ajax”, que obtiene para sí las armaduras del guerrero Aquiles venciendo mediante la sagacidad a la fuerza del homónimo del equipo holandés, el estandarte de una nueva era pluralista: es el paso, también retratado en la “Orestíada” de Esquilo, de la ley del Talión, la retribución personal, de una civilización tribal y guerrera, a una civilización plural, pacifista, a través de la razón. Una transición fuertemente humanista.

El fútbol argentino sigue considerando figuras deleznables, cobardes, a los inteligentes. Sigue negando la existencia de un fútbol pensado, rogando por el nuevo advenimiento de la era del talento puro, sin entrenamientos, mecanizaciones ni otro trabajo más que el hedonismo puro dentro de la cancha. Sigue, también, proponiendo un modelo tribal, polar, de interpretación futbolística, que lleva a la confrontación eterna (la sangre que venga la sangre que venga la sangre) y por ende a la suspensión del tiempo. El pensamiento es un defecto de los mezquinos, nunca el arma de los humildes y de los limitados para superar las limitaciones de su ambiente. El fútbol argentino se niega a cambiar de paradigma de héroe: prefiere los salvadores a los pensadores, los talentosos a los laburantes. Y ha construido un discurso maravilloso alrededor de su particular forma de concebir la justicia y la moral futbolística.

IR AL FRENTE. ¿Por qué se considera cobarde a la inteligencia? Idea propia de la tradición romántica cuchilleril y parte de la vacía cultura del “aguante” neoliberal (porque bancársela, que nada cambia, es de guapo), opera como un discurso pretendidamente popular que obstruye el cambio y evita que, mediante el pensamiento, los menos “favorecidos” por la “naturaleza” igualen el terreno de juego.

Ir al frente es la que va. Quien no lo hace, cagón est; y si gana, además de cagón es sucio, y una amenaza a la “moral”, al “buen gusto”, conceptos aristocráticos todos ellos y que ayudan a mantener el “orden”, a excusar las ventajas. Este discurso permea el fútbol y allí está, como consecuencia, la lucha de los multimedios por establecer (apropiándoselo) un “fútbol que le gusta a la gente” lírico, conservador, hecho a medida de los clubes capitalinos, con grandes billeteras, explotadores de ajenas canteras y capaces de tener en sus filas a jugadores “distintos”. (Nobleza derrotada, el chistecito se les empieza a terminar a medida que los clubes chicos comienzan a negociar sin intermediarios -o con otro tipo de intermediarios- con los clubes de afuera: entonces los clubes “grandes” se transforman, lentamente, en equipos feos, incapaces de competir con el fútbol de las grandes billeteras y, en su propio detrimento, aún creyéndose merecedores de no sé qué, nostálgica fe de tiempos donde los jugadores se morían por vestir sus casacas y los árbitros eran muy susceptibles a cualquier faltita en el área).

Dos partidos sirven como ninguno para explicar hasta qué punto es detrimental este supuesto coraje sin sustento: la Selección, Messi incluido para los cuestionadores, se comió 6 con Bolivia hace 4 años y 4 con Alemania hace un poco menos. Ambos encuentros son los estandartes de los errores y excesos del maradonismo, caudillo que igualaba entrega absoluta al ataque constante, que quería recuperar de la abulia a un equipo obligándolo a ir al frente. Por supuesto, se esconde allí la vieja trampa del orgullo: la necesidad de demostrarse valiente termina mal, privilegia la imagen al objetivo grupal. Pero Maradona nunca creyó en su propio trabajo de técnico, se negó sistemáticamente a otro plan de juego que no fuera apelar a la mística y ninguneó la altura. Maradona era más un motivador casi mágico que un entrenador, en un país que perderse detrás de quienes prometen salvación. 



CONTRA LA CORRIENTE. Existe una contracorriente a esta orgullosa necesidad argentina de ir para adelante. Previo al encuentro con Bolivia dio vuelta por los medios la historia del Seleccionado dirigido por Miguel Ignomiriello que, en 1973, venció en la altura luego de aclimatarse durante ¡40 días!. “El equipo fantasma”, como bautizaron a los hombres que podemos ver en la imagen disfrazados de miembros del Ku Klux Klan, contaba entre sus filas a hombres como Trobiani o Kempes, pero sin dudas el aporte más importante estuvo en el cerebro de Miguel, hombre que forjó la base del Nacional campeón del mundo 1980 y, claro, del Estudiantes campeón de todo. Ignomiriello, en una época donde la dirección técnica se encontraba más menospreciada aún que hoy, derrotó a Bolivia en la altura de La Paz por 1 a 0, encaminando así la clasificación al Mundial del 74. Argentina había disputado tres encuentros por Eliminatorias ante Bolivia como visitante y había caído en dos oportunidades.

Pekerman, quizás homenajeando aquella ocurrencia de Don Miguel pero sin incurrir en los extremos del Viejo Ignomiriello, enfrentó el dilema de jugar en la altura a 4 días de un duelo clave ante Colombia, enviando una semana antes un “equipo B” para aclimatarlo. El conjunto totalmente suplente venció a su par de Bolivia por última vez en eliminatorias por 2 a 1, con goles de Luciano Figueroa y Luciano Galletti, consiguiendo la primera victoria desde 1973 (jugaron dos veces en medio: un empate bien bielsista, 3 a 3 con goles agónicos incluidos, y la famosa derrota por 2 a 1 en el partido del “corte” de Julio Cruz). El historial en La Paz mostraba, antes del partido de ayer, para los ninguneadores de los efectos de la altura, 4 victorias para Bolivia, 1 empate y 3 victorias argentinas ante un equipo que nunca venció a la albiceleste cuando esta fue local. 

Alejandro Sabella, siguiendo similar plan que José Pekerman, cambió casi por completo el equipo que venció cómodo a Venezuela, pero en lugar de realizar la semana previa de aclimatación su herramienta contra la altura fueron unos novedosos tubitos de oxígeno que aumentaron la sensación de guerra que se vivió ayer, y se vive siempre, en La Paz. En un durísimo encuentro, la entrega de los jugadores fue conmovedora y sin dudas lo que más se celebró, antes que el útil punto, fue el carácter de una selección que demostró huevos sin la necesidad de perder la cabeza yendo al frente y regalándose. Lejos estuvo el planteo de Sabella de ser perfecto, y eso que lo podría haber ganado tranquilamente, si un Messi fusilado no hubiera errado un gol que hace con los ojos cerrados habitualmente. Pero depuso el orgullo que obliga al protagonismo y, en una señal de inteligencia instó al equipo a pararse tranquilos atrás, no correr la cancha y explotar la velocidad en la contra.

En absoluto cobarde, el planteo suponía una caminata de 90 minutos por la cornisa, y así expuso el gol de Bolivia. Por unos instantes, desde afuera nos preguntamos que pasaría con el planteo: adentro no hubo dudas. Argentina continuó transitando siempre por el mismo camino, llegando con peligro y empatando el encuentro. Así ocurre cuando un equipo tiene una idea de juego de fondo, y no solamente busca ser el más guapo: eso es identidad. Para jugar de este modo, tan al límite, en condiciones tan adversas, boqueando y corriendo siempre atrás de la pelota, se necesita un compromiso especial del equipo, una convicción y una solidaridad que hace tiempo no se veían, que dista mucho de ser esa entrega vendehumo que termina en expulsión. Esta Selección sabe lo que hace y cree en lo que piensa.

Los muchachos dándole al oxígeno. Misión cumplida

miércoles, 13 de marzo de 2013

Tanta tinta


La cofradía barcelonera revivió




Otra vez se ha incurrido en el eterno error del periodismo deportivo de creerse que su rol es vaticinar en lugar de analizar. Todos dieron por muerto al Barcelona, de insoportable mística ya: este ilustre señor (?) procuró ser ante todo mesurado en sus exposiciones, y de ninguna manera creyó que las tres derrotas consecutivas eran el inicio del “fin de una era”. Pero, de ninguna manera tampoco, imaginaba a este equipo, notablemente alicaído y de terrenal defensa, remontándole al bondi catenaccio milanés un 0-2 y pasando de ronda gracias a una contundencia que parecía de otros tiempos.

En la remontada hay un rol relevante de la suerte: la vuelta arrancó con un gol adentro y el partido irremontable de los dos goles contra la muralla italiana tornaba en casi 90 minutos para marcar un solo tanto. El plan del Milan incluía la desesperación del rival, el caer de la arena dentro del reloj, aparentemente lenta pero implacable, insoportable. Quien fue insoportable fue el Barcelona, que salió de entrada nomás a devorarse al conjunto italiano, con una intensidad olvidada en ataque, donde años y años de planteos defensivos parecían, en los últimos encuentros, haberlo abrumado, frustrado: había mucha posesión pero poca verticalidad en el Barsa que amagó con quedarse afuera de la Champions demasiado temprano. La famosa jaula, esa estrategia defensiva que rodea a Messi de cuatro o cinco rivales, aplastó en la ida la creatividad del Barsa, no lo dejó tocar y pasar, su juego preferido para romper defensas y redes. No demasiado cambió, en términos de táctica, en la vuelta: pero el Barsa recuperó, humillado, el fuego. Salió a defender su historia.


Y aquí aparece el otro actor principal de la serie. Messi. “Es un hombre poseído, ensimismado. Esa cara mete miedo. No parece la de un ídolo de los niños. Es la de un homicida serial”, escribe Juan Pablo Varsky. El también salió a defender su historia: mucho se habló de un Messi apesadumbrado en las semanas que pasaron. Como respuesta, él encabezó la rebeldía a la adversidad. Rompió la jaula cuando pudo, pero alcanzó para que marcara dos goles, participara en varias ocasiones más y terminara enloqueciendo a los rivales. Messi volvió a ser picante, impredecible, esa fiera inmarcable al que no se le puede dar ni un centímetro. Y fue otra vez absolutamente decisivo. Un animal que contó con el apoyo de otro que no quería quedar afuera por nada en el mundo: también Iniesta respondió cuando se lo necesitó con la vergüenza deportiva de los grandes. No marcó, pero hizo absolutamente todo bien.

Y así fue que, otra vez, a las 7 de la tarde hora local, el bando periodístico barcelonista se sentó a gastar tinta en loas al equipo de Vilanova, que para la próxima ronda no necesitará más del whatsapp para dirigir. Se gastará a partir de ahora tanta tinta como cuando parecía eliminado: en todo el mundo parece replicarse la confrontación entre madridistas y barcelonistas que tiñe cada edición de los periódicos españoles. La rivalidad estilística, largamente exagerada, entre el fútbol de La Masía y las ideas de Mourinho, narra una historia atrapante de héroes y antihéroes, pero olvida que, como muchas veces ocurre en las tiras cómicas, la bondad y la maldad son sólo cuestión de perspectiva: como Alan Moore demostró en Watchmen, o Frank Miller con sus oscuras depicciones de Batman, muchas veces superhéroes y villanos ocultan tras relatos color de rosa una moral dual, ideas muy cercanas entre sí. El fútbol exquisito del Barcelona fue replicado, hace un par de semanas, por el equipo de Mourinho: quizás con más vértigo y poder, los merengues le pegaron un baile de aquellos en el mismísimo Camp Nou a los hombres de blaugrana. El juego pragmático de Mou apareció ayer, sobre el final: con el 3-0 consumado, Barcelona estacionó su propio micro en el área, con línea de 5 incluida. Salió de contragolpe y firmó una goleada sobre la hora que hace olvidar que un solo gol del Milan, hasta ese tanto de Alba, lo hubiesen dejado afuera.

Rorschach, uno de los héroes ambiguos de Moore

domingo, 10 de marzo de 2013

Al borde del suicidio

El ciclo de Cagna se termina devorando a sí mismo
Hace un par de semanas nomás, Diego Cagna declaró que a su parecer Estudiantes defendía notablemente mejor con línea de 3 y Angeleri parado de líbero. Aquella sentencia duró apenas siete días: Estudiantes no pudo contar para el choque con Newell’s al Rana Iberbia y la ausencia del lateral utilitario desencadenó un nuevo cambio de esquemas y nombres.

El último volantazo de Cagna dejo al equipo al borde del suicidio: con una línea de 3 mediocampistas habituados a presionar y adelantarse (incluso Braña), Estudiantes dejó un campo a sus espaldas que aprovecharon los rapiditos de Newell’s con envidiable eficiencia, devenida en parte de las comodidades que tuvieron (Desábato y Shunke, dos centrales lentos, tuvieron que encargarse de marcar a los movedizos delanteros de la Lepra) y en parte, claro, de la suerte, que no ha acompañado este inicio de campeonato. El equipo de Martino atacó 6 veces y marcó 4 goles.

Por supuesto, hay responsabilidad individual: el presente de Silva, y en menor medida de Desabato y Shunke, ha tenido mucho que ver con la fragilidad defensiva. En el resto del equipo poco han hecho Braña, Martínez y Fernández (17 fechas sin marcar), los encargados de darle jerarquía al equipo. Pero Cagna no ha logrado, y no parece encaminado a lograr, elevar el nivel de las individualidades, encontrarle la vuelta al equipo, brindarles a sus jugadores comodidades posicionales, certezas desde lo estratégico, para que levanten vuelo: pasó de jugar con un esquema durante todo el verano, buscando asentar un once de memoria, formar sociedades y construir un equipo sólido, a esta versión ciclotímica de Estudiantes, que presenta un equipo diferente cada encuentro y margina a los jugadores que juegan mal, volviéndolos responsables a ellos y no al andamiaje colectivo. Cagna busca, pero ha extraviado claramente el rumbo, el eje. Conduce, en consecuencia de estas circunstancias, un equipo vaciado de ideas, de identidad.

Un equipo, además, notoriamente falto de piernas. El resultado de una pretemporada aparentemente mala es un equipo lento, falto de reacción y que pareciera derretirse en las segundas etapas. Los comienzos del equipo suelen ser interesantes, intensos, profundos en ataque, sólidos y solidarios en defensa. Suelen arrancar bien, los de Cagna, pero luego se diluyen, se quedan sin nafta.: 7 de los 12 tantos que le marcaron fueron en el segundo tiempo.

Tampoco parece Cagna, adentrándonos en la metafísica, capaz de insuflarles mancomunión y espíritu guerrero. De modales parcos, su manejo grupal, quizás más apto para administrar riqueza que para capitanear tormentas, no se vislumbra que en la semana el técnico toque fibras íntimas y conduzca a generar una hermandad fortalecida por la adversidad. El Estudiantes de Cagna, carente de ánima, casi fantasmal, arrancó ganando 4 de sus 5 encuentros (Tigre, San Lorenzo, Colón y Newell’s), y no ganó ninguno: apenas rescató, de esos 12 puntos posibles, 2. Los golpes lo demuelen, lo derrotan antes del límite: Estudiantes se ha transformado en un equipo fácil, con la mandíbula de cristal. Es lógico, por tanto, que flaquee en los momentos donde debe hacerse fuerte, y que continúe recibiendo goles sobre la hora, en lugar de hacerlos o al menos buscarlos.

Es esta percepción la que genera ese olor a fin de ciclo: no se advierte que Cagna pueda revertir el momento desde el juego o desde el ánimo. En apenas 5 fechas parece haber despilfarrado la dignísima campaña del 2012: 27 puntos, por primera vez en el post-Sabella, pero 7 derrotas, que sumadas a las 3 de este año ponen en números rojos la estadística del DT al frente de Estudiantes (8 victorias, 6 empates y 10 derrotas).
En rigor nadie esperaba campañones, a pesar de que la percepción general es que Estudiantes no carece de jerarquía en el nivel que se declara, para excusar la irregularidad, sino que por contrario tiene más que muchos. Pero ante un arranque con 3 derrotas y ninguna victoria, con 12 goles en contra en 5 encuentros, 7 en los últimos 2 partidos, con rivales accesibles y desenlaces descorazonantes, y habiendo sacado 2 puntos de los últimos 18… en los tiempos cortos y algo histéricos del fútbol argentino, con los pocos pergaminos de Cagna y una perceptible falta de comunión, de llegada con el grupo, un buen torneo no alcanza.

Los números son contundentes: el ciclo Cagna se dedicó durante 5 fechas a autodestruirse, a despilfarrar lo edificado, en las últimas dos fechas de los modos más espectaculares, y se encuentra al borde del suicido. Pero Estudiantes no tiene plata para indemnizaciones y debe esperar la decisión del DT, que probablemente se mantenga en el cargo hasta que la evidencia lo aplaste o se produzca el milagro de la revolución. Tarde o temprano, a todas luces, Cagna se convertirá en un DT más que no cumple su contrato, el quinto desde la partida de Sabella (Berizzo, Zuccarelli, Russo y Azconzábal engordan la lista). Es un rubro clave, que en este momento de crisis económica, no permite una nueva falla.

Los nombres mencionados, sin embargo, técnicos jóvenes, accesibles para las arcas del club pero sin demasiados pergaminos, asoman apuestas riesgosas que parecen destinadas a sumarse a la lista mencionada: Estudiantes necesita un técnico capaz de aportar un plus, de potenciar lo que hay, y ya no un administrador de riquezas para un equipo que juega solo. A lo mejor, al traicionar su pasado tacticista e imaginando, ninguneando y expulsando a Sabella, que el equipo volaba en piloto automático, es que Estudiantes perdió la línea. Se urge encontrarla, no elegir entre lo que está disponible sino buscar lo que se precisa.

sábado, 9 de marzo de 2013

El valor de los valores

De Marti Perarnau para Sport

De tanto estrujar el concepto ha terminado por ser irreconocible. Hay gente muy importante en el Barça que lleva años potenciando las facetas más nobles de la actividad deportiva. Desde el director de La Masia hasta el entrenador de los más benjamines son numerosos los maestros que a diario enseñan pautas de comportamiento que entroncan con lo que, de manera general, se denomina “valores del deporte”, tales como competir con nobleza (lo que no limita la intensidad), comportarse con elegancia, ser educado, discreto en la victoria, sobrio en la derrota, comedido en la explotación del ego, solidario con el colectivo y comprensivo con la realidad de que la vida es más amplia y compleja que el propio deporte. Aplicados estos conceptos a diario, el Barça sintió un día que estaba realizando una excelente labor y, aprovechando que también conseguía éxitos sobre el césped, entendió que podía hablar de 'valores' con toda propiedad. Era cierto.

En estos tiempos en que los clubes de fútbol ya son marcas internacionales y corporaciones transnacionales resulta imprescindible no solo poseer iconos reconocibles (Leo Messi), sino conceptos asociados a dicha marca: valores es un concepto espléndido por la carga emocional que conlleva. Buena gente jugando buen fútbol (y ganando). Pero la asociación de marca y concepto está sujeta a dos riesgos: el incumplimiento y el abuso. El Barça ha abusado del concepto hasta la extenuación, empleándolo para todo, del derecho y del revés, como justificante de un patrocinador, de un error o de cualquier arrebato. Estrujado hasta la última gota, el concepto está entrando en el terreno del chascarrillo y no hay peor noticia que esa: quemar tu propio concepto.

Los incumplimientos no ayudan. Explotado el concepto, también resultó visiblemente maltratado, alguna vez sobre el césped y nada menos que por el propio palco, lo que no deja en buen lugar las palabras pues empiezan a parecer huecas porque más que proclamarlos, los valores hay que cultivarlos.

viernes, 8 de marzo de 2013

Teoría poscolonial


Por un instante invade la desolación. Está bien, van 4 fechas, no es para balearse en un rincón. Pero cuando la pelota pica y entra, y es el tercero de Colón, dan ganas.

Estudiantes mejoró notoriamente. Claro, ante un rival muy limitado, atravesando una crisis muy similar a la nuestra y que empató casi sin quererlo, sin ir a buscarlo suicidamente. Lo empató, además, por un exceso de confianza de la defensa, a la cual este año no le sobra como para andar mirando la pelota en vez de siguiendo a los jugadores. Lo empató, claro, por el mal momento del Gori Silva, quien también necesita una buena caga a pedos.

El equipo, otra vez, volvió a demostrar flaqueza en los momentos importantes. Falto de andamiaje colectivo, y también falto de fe en lo que se está jugando, Estudiantes mejoró pero continúa sin ser un equipo que contagie, que insufle esperanzas a partir de su sostenido mejoramiento. Estudiantes va queriendo, pero hoy por hoy su techo no parece lo suficientemente alto con invitar al hincha a creer en un retorno a las Copas. Más bien muestra una versión emparchada de un equipo de mitad de tabla.

El problema es que hoy otro cimbronazo (es decir, un nuevo cambio de técnico, como se rumorea podría devenir de una derrota de local ante Newell’s, que llegará con un mix) resultaría probablemente improductivo, sobre todo sin un reemplazante natural. El problema está desde el inicio: el diagnóstico de jugadores (que siguen pensando en transición, a pesar de tener un muy buen plantel), técnico (de constantes volantazos que modifican solo lo superficial y aciertan y desaciertan en el mismo porcentaje) y dirigentes (que confunden estabilidad con idoneidad a la hora de decidir sobre técnico y jugadores), el diagnóstico de todos falla y lo que decanta es lo que debe decantar por lógica.

Para que Estudiantes contagie de nuevo a sus hinchas, para que vuelva a contar historias de las heroicas, habrá que esperar por una improbable revolución interna: que los gritos de Cagna le lleguen a los jugadores, que los jugadores se decidan a embarcarse en este navío así alcance la ballena blanca o naufrague. Que se termine la tibieza, que se acabe la desconcentración: los volantazos, y también algo de mala suerte, desconciertan, agotan, y deben combatirse para no acostumbrarse a la mediocridad. Para este objetivo, dos peces gordos como Newell’s y Vélez vienen mejor que dos necesitados como fueron San Lorenzo y Colón.

Estudiantes despilfarró el triunfo por su tibieza. Seguro, podrá recaerse en la inconsciencia de Jara al intentar picar lo que era el final del partido, o en la inseguridad de Silva para proteger el arco. Pero al fin y al cabo es el técnico quien debe aportar un contexto que obligue a la concentración y a la seriedad, donde nadie la pique por respeto a sus compañeros y por miedo al conductor, donde nadie se pase los minutos finales del partido “definido” deambulando, esperando el pitazo final (además debe aportar, obviamente, el contexto táctico en el cual los jugadores jueguen cómodos). Cagna, hoy, con sus idas y venidas discursivas y tácticas, no impone esa lógica. Asoma como un guía confundido, y hasta algo débil en su manejo de grupo. Su lectura del partido ante Colón fue desacertada, y ese puesto por puesto de Zapata por Carrillo pareció más el cambio de un técnico que cree que el partido está terminado a una búsqueda por apuntalar lo que el equipo comenzaba a hacer: defender y salir de contra con Auzqui, Núñez y Jara. Con el resultado puesto, la entrada de más volantes a defensores parece imponerse.

Sacar conclusiones semana a semana lleva a una gran ansiedad: se arman relatos con los resultados puestos que quizás nada tienen que ver con lo que sucede en la cancha y terminan empujando a renuncias y despidos apresurados. La salida, hoy, de Cagna, a cuatro fechas del inicio, sería idéntico a uno de los criticados volantazos del DT: un parche a las apuradas, luego de un mal diagnóstico. Sí está claro que el técnico, en lugar de continuar con sus cambios constantes, equivalentes a pasajes de boleta, debe encargarse de concientizar y potencias este equipo. Las excusas se van terminando.

Para que Estudiantes juegue por algo, para que el equipo contagie, y se contagie, para que cuente alguna historia, necesita una revolución de la cual no parece ser capaces varios de estos jugadores conducidos por este DT. Si no no habrá debacle, pero tampoco épica, ni siquiera pequeña, cotidiana, dominguera, como esas victorias de los equipos de 2004 y 2005, que gestaron el glorioso 2006: así se ganará cuando se pueda, cuando se dé, y se perderá con resignación y desconcierto. Estudiantes está en una nueva encrucijada, una más desde la partida de Sabella: en el pasado las resolvió bien. Ultimamente, no.

La máquina anti




Gritos horrorizados. Basanta, pincharrata, picapiedra: sinónimos para quienes se autoadjudican el paladar del pueblo y escriben en prosas decoradas críticas vacías desde la ignorancia absoluta. El tema futbolístico del día es la derrota de Boca, pero hay lugar, siempre, para tirarle un palito a un entrenador que da pocas razones para la crítica: laburante, callado y amparado hasta aquí por los resultados, Sabella los saca de quicio con su procedencia albirroja, renegando para colmo de su lugar de nacimiento, River. Y los molesta con sus convocatorias porque los obliga a trabajar, a investigar.

Pero no todos quieren tomarse el laburo de buscar quien es, realmente, Basanta. La crítica es quizás el lugar fundamental para la humanidad, pero también el refugio de quienes quieren aparentar conocimiento. Quienes critican la convocatoria, ¿cuántos partidos han podido ver del jugador? Figura en México, sus partidos no llegan a la televisión argentina, y difícilmente alguien se cuelgue de internet a ver los partidos de Monterrey. Lo mismo sucede de quienes hablan del presente de Sosa en Ucrania o de Montillo en Cruzeiro. Piden, en su lugar, jugadores como Icardi (lesionado), Insua (sin partidos en el Atlético Madrid), Fazio (de presente irregular), Tino Costa (buscando club). Se trata de nombres que atraviesan presentes complicados pero que son marketineros, suenan bien, a conocedor del fútbol. Pero la selección no debería ser un lugar para dar rodaje: pedirlos, desde los medios, corresponda a una falta de investigación. Otros, por supuesto, gritan desde Capital por los Sanchez Miño, los Ponzio o Lisandro López: presuponen que el fútbol nuestro, al cual vienen a morir jugadores seudoretirados y la descocen, es mejor que ligas de inversiones millonarias, como Ucrania o México. También allí hay ignorancia, pero porque la ideología nubla la interpretación: los argentinos seguimos aferrados al mito de que el fútbol es mejor acá, en el potrero, sin disciplina táctica y con el césped raído. También seguimos bastante permeables a lo que vuelcan día tras día los medios capitalinos sobre los clubes de esa ciudad, convirtiendo a pibes con 2 partidos en cracks de 20 palos.

De todos modos los jugadores listados han estado en la órbita sabelliana, que todavía tiene que convocar a los futbolistas del medio local (pedirlos hoy como crítica a supuestos olvidos representa o un error o, sencillamente, una difamación). Incluso, hubo cierto contento cuando se supo que Sabella miraba a Orban: de pasado en River, nadie discutió las pocas credenciales del jugador hoy en Tigre. El ruido proviene muy claramente desde un sector de la prensa, bienpensante y enojada eternamente con Estudiantes por la falsa caracterización que se ha realizado desde el 68 en delante de la escuela pincharrata. Los mismos medios le hicieron el juego y le dedicaron tapas y páginas a la labia lírica de Basile y Batista.

Por ello cuando convoca a Basanta la ignorancia arrogante de Capital se sorprende y pone el grito en el cielo: ¡otro pincha más! ¿Sabrán que Sabella nunca lo tuvo a Basanta en Estudiantes, que emigró a México en 2008? ¿Qué critican, además, exactamente? Entre los convocados están los nombres indispensables, y el resto, después de todo, es bastante relativo (Argentina no clasificará o dejará de hacerlo si se convoca a Insúa en lugar de Basanta) y pertinente a la labor del entrenador. Por otro lado, si el DT decide que, con un colchoncito de puntos, es hora de probar en la zona que más insegura se ve, la defensa, ¿qué hay de denostable en la decisión?

La tapa de noviembre de Un Caño
ninguneando el laburo de Pachorra
El sector aludido de la prensa, compuesto por medios disímiles como Clarín y la revista Un Caño, han criticado severamente el andar defensivo y la Messi-dependencia. Antes, pedían hacer eje a Messi a toda costa, “para que juegue como en Barcelona”. Cuando Sabella consiguió hacer que la Pulga juegue por lo menos en niveles altos con la celeste y blanca, el discurso se dio vuelta. ¿Y si se enferma Messi? La persecución ya roza el absurdo cuando, luego de meses de críticas atroces a la defensa, se critica la convocatoria de un nuevo jugador para probar en la línea. Estos periodistas parecen no saber que hay decenas de buenos jugadores argentinos, y que es la labor del entrenador probar y elegir acorde a sus conocimientos y preferencias. Pero, de nuevo, estos periodistas parecen no saber muchas cosas, o quizás se harán los tontos y elegirán continuar siendo eterna oposición, máquina anti: criticar, después de todo, es bastante fácil. Con un poco de ruido vacío se queda bien, sobre todo cuando el criticado tiene tan dudosas credenciales como pertenecer a la estirpe pincharrata.

domingo, 3 de marzo de 2013

Piloto automático



Este artículo no se propone hacer leña del árbol caído: Barcelona, ese sequoia del fútbol, seguramente se mantendrá en pie tras esta racha adversa, aunque quizás con menos esplendor, abastecido por esa cuna de identidad que es La Masía. Pero lo cierto, lo que confirman las derrotas sufridas en manos del Milan y el Real Madrid, es que hace rato ya que atraviesa una crisis de recambio que empezó, incluso, antes de la salida de Guardiola, y precipitó su salida, abrumado ante la perspectiva de modificar un grupo que le había dado tanto y ahora, entre el paso del tiempo y el agotamiento mental, necesitaba modificaciones.


Aún así, con la copia (Roura) de la copia (Tito) de Pep en el banco, la jerarquía individual culé y la inteligencia de sus jugadores, adquirida entre los días de La Masía y la conducción de Guardiola, consiguieron disimular brillantemente un andar colectivo que se desvencijaba de a poquito. El trabajo entresemana se nota, siempre, en el juego sin pelota, y el Barsa de Vilanova y Roura fue perdiendo, si no los conceptos, sí la ejecución de su fútbol integral, el que lo llevó a la cúspide de la historia del fútbol. El primer pecado de este Barcelona es su mal retroceso: los defensores, acostumbrados a jugar bien adelantados, sufren las crecientes pelotas perdidas y quedan muy expuestos, mano a mano. Hoy se logra cortar más el juego de pases del Barcelona, por disminución en la intensidad y la fluidez pero también porque los rivales se avivan. La jerarquía y potencia de sus delanteros sobra en la Liga, pero la falta de equilibrio le ha costado al Barsa su jerarquía europea: en Champions, cada gol concedido paga y la teoría de “hacer más goles que el otro” se torna una apuesta peligrosa. Cualquier equipo agrupado atrás y rápido para la contra desbarata la invencibilidad culé y desnuda falencias defensivas y hasta cierta desidia de los jugadores para romper los cercos de modo creativo: los delanteros, frustrados por momentos ante el marcaje férreo, parecen repetir jugadas de manual que las buenas defensas suelen leer e interceptar. Las combinaciones son copia de las que se practicaban en la era Guardiola, se repiten como esas fórmulas que en los viejos juegos de fútbol te permitían hacer goles (pararse delante de los arqueros, por ejemplo, en el FIFA 96), como si el equipo funcionara en piloto automático, con correcciones realizadas por Whats App.

La crisis le llegó en el peor momento: fueron 3 partidos, pero uno lo dejo al borde de la eliminación en la competencia más importante, otra lo dejó afuera de la Copa del Rey y la tercera, en manos de los suplentes del Madrid, fue, simplemente, el retorcerse de un puñal en la herida y la confirmación de que no se trata de una racha sino de una crisis. Si bien si un equipo, en toda la historia, pudo dejar de preocuparse por el rival con argumentos, ese fue el Barcelona, también siempre sufrió los planteos que lo enjaularon, sobre todo a nivel europeo, cuando la cosa se vuelve a suerte o verdad: allí están las eliminaciones de las Champions 2010 y 2012 como testimonios. La figura del antifútbol del rival como justificación moral de las derrotas, suscitada por sus legionarios, sirvió nada más que para negar un problema latente. Barcelona, amparado en estas ideas, salió a jugar como siempre ante Milan y Madrid, facilitándoles los espacios como sin prever el juego del rival, en un claro fallo estratégico del equipo del DT virtual. En tanto, ni Milan ni Real Madrid hicieron su trabajo, explotaron las falencias del Barsa pero sin abandonar la voluntad de jugar y ganar: Allegri y Mourinho, simplemente, hicieron un planteo que tuvo en cuenta al rival, contaban con los jugadores ideales para su ejecución (defensores fuertes, delanteros veloces) y así consiguieron terminar no con el Barsa, pero sí con el mito del equipo que se maneja a control remoto desde un helicóptero. El fútbol de ellos propone terminar con dicotomías añejas, que ya no sirven para analizar el fútbol, y con la moralización de los estilos de juego: lo hace jugando un fútbol que es ofensivo o defensivo según el rival y el momento; lo hace también al demostrar que Barcelona no es mágico, fruto del talento único de una generación de cracks, sino hijo del trabajo a muy largo plazo, de la inteligencia de su conductor que lejos de encorsetar la habilidad para potenciar el colectivo, hace estallar la habilidad por medio del colectivo. “Acaso lo importante no sea la libertad en sí, sino saber qué hacer con ella”, escribe Ramiro Martín en su libro sobre Messi, de próxima salida.

Lo que cae, pues, no es tanto el Barcelona como ciertos mitos que lo rodean. Lo que cae es la idea de que sin un orden y trabajo se puede conformar un gran equipo. Hizo falta que el Barsa extrañara a Pep para que el fútbol se diera cuenta que casi nada sucede por arte de magia. Si mirando al Barcelona elegimos creer en lo mágico, hoy nos desayunamos que para que surja la magia se necesita mucha, pero mucha, practica.