martes, 13 de julio de 2010

Esos que hablan de códigos...

Mucha gente se declaro feliz ante la partida (por ahora, provisional, ante la ola de conciliaciones que tuvimos que oir en las ultimas 24 horas; todo pasa, porque Grondona asi lo ordena...) del Diego de la direccion del Seleccionado. Yo, futbolisticamente, voy a ser feliz cuando el que se vaya sea Don Julio.

 

Se hablo mucho sobre el modo en que se echo a Maradona (la vieja estrategia de poner condiciones imposibles para la continuidad, ejercitada por ejemplo por el Cholo Simeone para escapar de Estudiantes hacia River). Sin dudas es un modo poco etico, cobarde. Y esta claro que Grondona no se sento a negociar los terminos: los impuso. Maradona, desde ya, no puede dejar de ser Maradona, y si los terminos eran inaceptables, nunca lo sabremos: el tampoco intento negociar. Y es este el verdadero error: Maradona, despues de dudosos resultados que incluyen un 6-1 en contra vs Bolivia, una derrota como locales ante Brasil y una estrepitosa caida en cuartos de final del Mundial, debio al menos sentarse a explicar por que debian continuar sus colaboradores, unos verdaderos ceros a la izquierda en terminos de experiencia. Y, en realidad, deberia haberse sentado a explicar por que el mismo debia continuar, luego de evidenciar que el rumbo elegido (correctamente) cuando las papas quemaban y se necesitaba una resurreccion animica del seleccionado con muy poco tiempo para proyectos, tenia sus limitaciones. Maradona no intento explicar su proyecto, los cambios que pretendia hacer para mejorar lo producido, y en todo caso, por que la presencia de Mancuso era primordial para tal proyecto. Se sento cruzado de brazos a escuchar lo que sabia le iban a decir, para luego salir a echar culpas, a jugarla de victima y a hablar de codigos. Codigos, esos manejos mafiosos que responden mucho mas a los manejos sospechosos que a la transparencia...

 

Maradona no es de ninguna manera la victima en esta historia. No fue despedido como deberia haberselo despedido, por respeto, pero se actuo de esa manera porque Grondona, el zar protegido, siempre actua de modo tal que quede lo menos expuesto posible, y porque, para colmo, ahora veia el doble filo de haber puesto al Diego ahi arriba: ahora que habia que echarlo, se daba cuenta de que era in-echable. Sin embargo, no puede chillar Maradona: tanto el, como Grondona, como Bilardo, actuan siempre consumidos por el afan de poder. Sus modos son siempre los de las politicas, y los codigos, los famosos codigos, son los propios de  estas pujas de poder: al final, siempre se hace silencio, nunca se dice la verdad, no por honor, sino por lo que el otro sabe que puede llegar a decir. Diego participo del golpe a Basile. Ahora lo echan y el ve complot y traicion. Siempre, Maradona ve traicion, siempre ve enemigos: aqui no los hay. Simplemente, hay un staff dirigencial que considero insuficiente su tarea. El ex DT no ve esto, porque es incapaz de hacer autocritica: pudo armar un cuerpo tecnico practicamente acorde a sus caprichos (porque tener a Mancuso no puede obedecer sino a un capricho), convoco a cuantos quiso, conto con un plantel de primera calidad y no alcanzo el objetivo. Si esto no merece no renovarle el contrato, a menos merece sentarse a discutir, a analizar el proyecto a futuro.

 

Pero Maradona es un sintoma. Porque lo que ocurre aca es que el manejo totalitario y censor de Grondona, la falta total de transparencia, facilita que se hable de traiciones, de mentiras y de esos codigos de los cuales nos enorgullecemos, pero que no dejan de ser parte del manejo amiguista, irracional y fundamentalista seudo mafioso que genera que todos los acuerdos se sellen a puertas cerradas y que el que hable no tenga codigos, y sea silenciado. Ese manejo clientelista de todo lo que es politica en Argentina, esa, esa es la nuestra, la nuessstra, tan ponderada por los borrachines del bar. La nuestra... o la Cosa Nostra.

lunes, 12 de julio de 2010

Pagar una entrada

Se fue el Mundial y dejó varios apuntes. La primera fue que el triunfo de los buenos no fue tan lucido como nos quieren hacer creer. La segunda ya fue publicada en el sitio: el absurdo orgullo patriotero latinoamericano que, como toda soberbia del sur, es injustificada, cocorita. La tercera es una polémica desatada tras una declaración de uno de los líderes ideológicos de los buenos: el señor Johan Cryuff, que en su puta vida fue deportivamente pobre. Dotado por la naturaleza con un talento increíble y una inteligencia estratégica difícil de igualar, jugó en equipos siempre ricos, siempre dominantes, y a partir de esa lógica parcial desarrolló su modo absolutista de ver el fútbol.
 ¿Qué dijo Johan? Se venía una dura semifinal para su país, contra un inusualmente pragmático Brasil, y Cryuff expresó en la antesala del encuentro que él jamás pagaría una entrada para ver a los penta.
 En principio, parecería que esta vez hablar con el resultado puesto jugaría, al revés que siempre, en contra de lo que se va a teorizar: ganó Holanda, perdió Brasil.
 Sin embargo, habría que repreguntarle a Johan si pagaría por ver a esta Naranja Mecánica. Porque Holanda gano y nada más, y más de uno empieza a retorcer las cosas y a decir que, más que ganar Holanda, perdió Brasil, con un gol en contra que fue un verdadero shock, que despuntó el nerviosismo en los jogadores y que terminó en indisciplina y expulsion. Brasil tiró por la borda todos los conceptos con que Dunga había enfrentado la predilección en su país por el jogo bonito: orden táctico, seriedad efectividad. Pero no polemicemos: Holanda, también un equipo pragmático que mira con desconfianza el lujo y la opulencia y se para de contra con sus atacantes absolutamente craques, tuvo como grandes virtudes aguantar la desventaja minima y aprovechar el desconcierto: muchísimo para una semifinal contra un gigante. Tuvo tres chances, y gracias a la impericia de Brasil aprovechó dos. Ayudado por el destino, cerró el pleito con seriedad, jugó contra el supuestamente superpoderoso y por dos yerros increíbles de Robben (que pasó de Balón de Oro a culpable de la derrota) terminó cayendo, por la mínima y sin que se haya visto en aquella final, tampoco, esas antinomias que tanto le gustan a los periodistas, que un día decían que jugaba un equipo ofensivo (por Holanda) contra un Brasil avaro, y unos días más tarde anunciaba el duelo entre un Holanda distinto por su pragmatismo, y un España absolutamente fenomenal (a pesar de que estuvo en deuda todo el campeonato).

Pero retrocedamos al inicio de todo: Johan Cruyff, , ejecutor de aquella Naranja Mecanica, la verdadera, deslumbrante y eterna segunda, y creador de la escuela de Barcelona en sus días de DT, un fútbol total mas sofisticado, menos vertiginoso, mas bello; un pedazo de historia del fútbol, digamos; Johan Cruyff declaró en aquel entonces que no pagaría por ver a este Brasil, una desgracia para sus espectadores y su historia. La respuesta Brasil la dio en cancha, propinandole un verdadero baile durante 60 minutos, hasta lo que fue una autodestrucción. Su derrota es causa de sus propios errores, su falta de rebeldía (algo característico en un equipo pentacampeón pero sin verdaderas epopeyas) y las limitaciones de su estilo y sus jugadores, pero eso no es lo que está en debate.

¿Por qué alguien no pagaria una entrada por ver un partido de futbol? El futbol es emotivo hasta donde es horrible, y esa postura elitista de “no pagar”, de elegir el futbol (para ver y jugar) es propia del esnobismo. Para colmo, acompañan sus declamaciones puristas con comentarios del tipo “es lo que la gente quiere” (en este caso, Cruyff alegó que el futbol de Dunga era una desgracia para los espectadores). Son discursos demagogicos, que pretenden adoctrinar al pueblo; en lugar de formar al espectador, pretenden indicarles qué futbol es bueno: el bonito. Y aqui se esconde algo terrible: en ese discurso que moraliza el futbol, que convierte a unos en heroes y a otros en villanos, los desfavorecidos son, curiosamente, los pobres, los que con sus armas nobles y humildes intentan destronar a los poderosos. Puede parecer un poco una teoria conspirativa descabellada, pero no lo es: el futbol “para el espectador”, ese futbol que se juega para que luzca, aunque no convenga (como, por ejemplo, en el caso del futbol ofensivo de Bielsa: no era aconsejable para su equipo jugar palo y palo con Brasil, pero el propio DT dijo, cayendo en la trampa, que aquello era “lo noble”), y aunque la mayoria de los equipos no puedan ejecutarlo por diferencias tecnicas con la minoria poderosa, ese futbol es el que conviene a los multimedios, al mercado, ese es el futbol que vende, el de los firuletes improductivos de Cristiano Wunaldo. No vende el futbol pícaro y cabrón de Sneijder, a quien echaron por chirolas del Real para traer al portugués. Los medios se encargan de influenciar la opinion de “la gente”, es eso nomás, y la operacion es simple: mediante la moralización de los estilos, se hace creer que un fútbol es bueno y otro malo. Así de maniqueo. La cancha es democrática y a veces gana un estilo y a veces otro (en general el que más suma entre trabajo y recursos), pero los delanteros siguen valiendo más que los defensores (y mientras más vendehumo mejor). “La gente”, de todas maneras, no quiere ir al teatro, quiere ganar. Lo cual es lógico, porque si nos distanciamos de este planteo moralizador de los estilos de juego, al final, lo que interesa es ganar, porque se trata de un juego, con un objetivo claro. El medio para llegar al objetivo es el que mas convenga, y no puede en algo tan abstracto como el fútbol haber “medios buenos” y “medios malos”: eso lo proyectamos nosotros hacia el fútbol (como lo hacemos con hechos de la vida), intentamos explicarlo no desde el fútbol sino desde la moral.

Hay en la declaración de Cruyff una falta de respeto manifiesta a los estilos de juego que el no comparte (porque jugó en Holanda y Barcelona, claro, y no en Aldosivi y Bolivia). Una falta de respeto a las elecciones y a las habilidades y a la nobleza de los que menos recursos tienen. Su discurso, y el de sus secuaces, atrasa: hasta su propio equipo, Barcelona (eliminado por el catenaccio más puro) se sabe poner el overol si el partido lo pide. Y su selección ya había declarado que ya no eran más ingenuos, que querían ganar. Palazo para Mr. Cruyff, que hoy se vio en la cancha: un equipo pragmático que espero el error del rival. A fin de cuentas no se trataron aquellos partidos de una batalla que impondría el mejor estilo: cada estilo puede ser bueno o malo segun el contexto y su adecuacion a las condiciones; cada estilo gana y pierde batallas. Pero el desrespeto de los guardiantes del espectáculo hacia los estudiosos que ellos llaman alquimistas, tras el Mundial, no hizo más que demostrar la profunda contradicción de los primeros: pretenden que el resultado no importa, pero ante la victoria de los españoles en la Copa del Mundo salieron a declarar con una soberbia avasallante (que caracteriza a algunos de estos sujetos, que creen saberla lunga y piensan que los demás deben ser adoctrinados) sobre un fútbol que puede ser pobre, mezquino y poco interesante, pero suele revestir más dignidad y respeto, a pesar de su radicalidad, que el fútbol de los buenos.

domingo, 11 de julio de 2010

¿El Mundial de Sudamérica?

El cuarto puesto logrado por Uruguay en la Copa del Mundo es un logro futbolistico enorme, mucho mayor que lo que sus dos derrotas finales, contra rivales serios, deja ver. Es un triunfo y un canto al trabajo y a la solidaridad, si, un premio consuelo para un grupo humano de corazon enorme. Pero no deja de ser un premio consuelo, un puesto que ni siquiera alcanza podio o medalla.

Comenzados los cuartos de final de la Copa, siendo la mitad de los equipos de la fase sudamericanos (4 de los 5 que ingresaron a la Copa clasificaron a cuartos; el quinto habia sido eliminado por otro sudamericano –Chile por Brasil-), hubo un unanime analisis: esta era la Copa de Sudamérica (y reían orgullosos por la ocurrencia). Entusiasmados, los periodistas imaginaron semis solamente sudamericanas, y comenzaron a preparar los titulos con patotero orgullo patriotero: Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil adelantan la Copa America 2011, decían.

Pero no se dio. De hecho, apenas quedo Uruguay, favorecido por una llave pareja, que cayo de pie contra Holanda en semis y perdió contra Alemania, concretando un podio completamente europeo por segundo mundial consecutivo. Es esta la realidad.

Porque esta claro que el futbol sudamericano, de potrero y talento, sigue siendo un futbol poderoso, orgulloso, un futbol de tradicion que se traduce en recursos. Generalizando un poco, Sudamerica es sin dudas el semillero del futbol que se empaqueta y se vende en Europa, el de los tacos y las gambetas vistosas. Sin embargo, no alcanza. Hay un abismo estructural y organizativo, y lo que natura non da... se consigue de otros modos.

El futbol se juega en Europa. Las demas ligas funcionan como satelites donde el verdadero triunfo reside en la venta, que permite la superviviencia del club local por un rato mas, y permite al jugador no solo la tan mentada “diferencia economica”, sino tambien una chance de jugar al futbol, en serio. En esas ligas crece el jugador de futbol europeo, cada vez mas nutrido por la tecnologia, la diversidad de ideas y de estimulos y la convivencia con diferentes estilos (diferentes competencias) de todo el mundo, propio del mundo globalizado. Los recursos naturales europeos carecen, generalizando un poco, de la desfachatez del jugador marginal, de su fuerza, de su hambre. Pero cada dia esta mejor preparado fisica y mentalmente, cada dia entiende mejor el juego, y cada dia comprende un poco mas (mucho mas que el jugador que va a hacerse la Europa) que el futbol es un juego colectivo.

El Barcelona ha sido el equipo que mejor ha equilibrado los polos. Exhibe sin embargo un juego sin dudas europeo, dinamico y tecnico pero, a diferencia del juego “tipicamente” sudamericano, totalmente organizado. No se trata solamente de su esquema tactico, copiado por casi todas las selecciones: es el modelo Barcelona el que esta en boga, las nociones de presion y posesion a partir de un esquema dinamico, pero inquebrantable. España es el Barcelona. Y Barcelona es reflejo a la vez de su liga, una liga que trae lo mejor del mundo, pero que insiste continuamente en la nocion del semillero. Los jovenes españoles que crezcan en la cantera barceloniana mamaran este futbol del futuro: el poderio no sera una moda. De ese modo se asegura un pais pequeño como España la continuidad de la generacion de recursos. Este mismo modelo tiene sus exacerbaciones: Italia, una liga donde de tanto comprar no se dio lugar a lo propio, exhibe en su añeja seleccion la falta de recambio. Esta es una posible explicacion para su fracaso, la señalada por los hinchas del calcio que exigen una reinvencion de su liga. Alemania es otra liga que se nutre muchisimo de extranjeros y genera pocos recursos, pero el ingenio pudo mas: es la representacion perfecta de una seleccion global, con turcos, polacos, austriacos y hasta un ghanes conforman la mayor parte del equipo. Los alemanes son escasos, pero ya empiezan a surgir algunas joyas de esta mixtura de lo mejor de las razas.

Bajo este modelo liberalista, desde ya, el poderio europeo solo puede afirmarse mas y mas y los semilleros del mundo, decrecer mas y mas. Encima, los jugadores europeos compiten entre si y se conocen de sus ligas, mientras que los nuestros andan desperdigados por ahi, cada vez mas lejos de una identidad futbolistica y una sensacion de compañerismo.

Uruguay, entonces, emerge como el mejor de los “paises en desarrollo”, ese eufemismo para designar a los que pierden en este modelo. Uruguay es el mejor no solo de los sudamericanos, sino de los temidos pero todavia extremadamente verdes africanos, y de los asiaticos, esta si una potencia que por su poderio economico y su deseo de prosperar ya empieza a mostrarse como un territorio a temer. Su idea sera similar a la europea: suplir mediante la importacion de talentos y la potenciacion economica y tecnologica de la organizacion y los planteles, la falta de recursos naturales.

El futbol rebelde seguira siendo para delicia de los asiduos al cafetin, nuestro. Seguiran defendiendo modelos que ya no sirven, seguiran proponiendo dicotomias ampliamente superadas por los europeos, que no comprenden demasiado esa exacerbada pelea entre jugar bien y ganar. El camino, sin embargo, seguira siendo otro: el golpe por golpe contra los poderosos sera siempre un rasgo de soberbia y de ignorancia. Es otro el modelo posible de resistencia para equipos con jugadores que no se conocen: pero siempre el talento tendra que estar a disposicion del equipo, no como suponemos aca en Argentina que piensan los europeos. Solo porque jueguen ofensivamente no implica que todo esta librado al azar de la magia; es mas bien todo lo contrario.

El ejemplo sera el exhibido por los sudacas en la Copa. No un futbol exacerbadamente defensivo, sino un futbol de resistencia y ataque, un futbol colectivo para enfrentar a otro futbol colectivo: si el futbol colectivo del Barcelona propone la tenencia como defensa y ataque, el futbol colectivo sudamericano debera proponer la interrupcion y la incomodacion como defensa (que tambien es un arte), y la amenaza de un ataque solidario y pensante (pero punzante) como ataque.

Sera eso, o adaptarse al modelo europeo. Y de adaptacion al modelo europeo por parte de equipos sudamericanos tenemos algunos ejemplos. Chile, que se fue mal de la Copa por ser obsecuentemente ofensivo; la Argentina de Maradona, cuya idea ofensiva conto con un nivel tal de desorganizacion que a duras penas podemos darlo como verdadero ejemplo (solo fue retorica); y la Argentina de Bielsa, que se quedo afuera en primera ronda del 2002. Pero ojo: aquel fracaso tuvo mucho de mala suerte y quizas equipos como Argentina y Brasil si puedan llegar, si se organizan debidamente (no se espera de la AFA de Grondona, pero si del Brasil que sera sede del Mundial 2014), a utilizar estos modelos del futuro futbolistico, que equilibran ataque y defensa, talento y organizacion. De hacerlo, quizas los recursos naturales inclinen la balanza hacia Sudamerica otra vez, como en aquellos tiempos donde las ligas europeas no eran el lugar donde se jugaba al futbol. Para hacerlo, habra que potenciar las ligas locales y organizarse: dejar ese orgullo estupido de ser el semillero del mundo y esa pasion por la improvisacion de lado no sera nada facil para nuestro pais amante de las supersticiones misticas. Tenemos, despues de todo, el director tecnico que merecemos.

sábado, 10 de julio de 2010

Los 10 equipos más odiados de la historia

El sitio Goal.com, una especie de central panóptica del fútbol que detrás de su objetividad esconde macabras ideologías, elaboró una lista de los 10 equipos más odiados de la historia. Al fin y al cabo, nadie mejor que el enemigo para señalar nuestras virtudes, confundiéndolas desde su posición de campista central con defectos moralmente repudiables. En rigor de verdad no puede decirse que algunos de estos equipos sean realmente antisistemistas (hay equipos grandes envidiados simplemente por su éxito), lo cual podría llevarnos a un dislate sobre la escasez y valor de equipos contrahegemónicos, pero no seremos rigurosos: todo equipo odiado tiene algo, aunque sea una pizca, de eso que encabrona a los moralistas.

10) El Real Madrid de Ramón Calderón

 Su propuesta presidencial en 2006 se basó en los fichajes de Kaká, Cristiano Ronaldo, Cesc Fabregas, Santi Cazorla y Arjen Robben. Arribó sólo el último y quizás motivado por sus deseos de dejar el Chelsea. Recién en el más reciente verano, y ya sin él, cayeron los dos primeros. Ramón Calderón y el equipo que no fue.

 

9) Arsenal 1986-1995

 ¿Un Arsenal aburrido? Es difícil de creer si se repara hoy en el estilo que distingue al equipo merced al pulso y el cerebro de Arsene Wenger, pero aquel Arsenal de George Graham -particularmente en las etapas finales de su reinado- fue uno de los equipos más aburridos de la historia del fútbol.

 El escocés -por cierto, un centrocampista hábil en sus días jugando en Highbury - reposó su idea en la recordada línea formada por Lee Dixon, Steve Bould, Tony Adams y Nigel Winterburn. El Arsenal de Graham fue la versión inglesa del catenaccio italiano.

 Se trató de un equipo con escaso talento técnico, que a menudo se basó exclusivamente en el prolífico goleador Ian Wright. Aún así ganó dos títulos en 1989 y 1991, aunque jugando un poco más a la ofensiva. Con todo, se convirtieron en odiados por el continente cuando levantaron la Recopa de la UEFA en 1994, al vencer al Parma de Gianfranco Zola y Faustino Asprilla por 1-0.

 

8) Italia - Siempre

 Tan exitosos como pragmáticos y -en reiteradas oportunidades- ultra defensivos. Abonados al desprecio del talento en pos de las tácticas. Considerados los creadores de la profesionalidad, así como también de la astucia para competir y la presión a los árbitros.

 También existe un sentimiento de celos hacia ellos: pocos se atreven a dudar que existen muchos futbolistas italianos guapos. Su personalidad también suele ser irritante. Con todo, se trata de una escuela tradicional y con repetidos éxitos.

 

7) Manchester United, Post 1993

 Después de ganar su primer campeonato en 26 años en 1993, el Manchester United de Sir Alex Ferguson pronto se convirtió en el club más dominante en Inglaterra. En el transcurso de 17 años, los Devils han ganado 10 coronas en la Premier League, así como dos Ligas de Campeones. Son odiados por su éxito. Y por otros motivos...

 En primer lugar, a menudo se les ha caratulado como un equipo con suerte (otros dirían que tienen un carácter increíble) debido al elevado número de goles marcados en los minutos finales, especialmente en la década de 1990. Cuando Ferguson ganó su primer título, en 1993, tal sensación ganó la escena en el momento en que el defensa Steve Bruce anotó dos tantos en tiempo de descuento para remontar una desventaja sobre el Sheffield Wednesday, al que superó por 2-1. Una situación similar se produjo en 1999, nada menos que en la final de la Champions League, en inolvidable duelo con el Bayern de Múnich.

 Otro punto de discordia gira en torno a los supuestos favoritismos arbitrales. Al fin y al cabo se trata del equipo más odiado de la propia Manchester, poblada por mayoría de aficionados del City, su máximo rival.

 

6) Juventus - Siempre

 La Juventus es odiado en Italia más o menos por la misma razón que el Manchester United es despreciado en Inglaterra.

 Se trata del club históricamente más ganador de la Península en el plano nacional. Y por mucho. Se le ha descrito a menudo como un equipo de suerte, de marcar goles tardíos que sirvieron para ganar muchos juegos. Como sucede con el United, los aficionados de la Juventus se extienden por todo el país, aunque en la propia Turín domina el Torino en cuanto a popularidad.

 La Juventus también ha sido acusada de beneficiarse de las decisiones arbitrales. Los controvertidos campeonatos de 1981 y 1982 y, en menor medida, el Scudetto de 1998 son algunos ejemplos claros. Y en 2006, el escándalo que sacudió al fútbol italiano dañó la imagen de la Juve ante los ojos del mundo.

 

5) Grecia 2004

 Antes de la Eurocopa 2004, los griegos sólo habían clasificado para dos grandes torneos en toda su historia: la Euro 1980 y la Copa del Mundo 1994.  Hasta entonces habían sido seis partidos, con cinco derrotas y una igualdad, un gol a favor y 14 en contra. Hasta que la consagración llegó repentina, sorpresiva, casi milagrosa...

 Un equipo sin grandes nombres entrenado por el alemán Otto Rehhagel ejecutó un plan de juego perfecto. Grecia se abonó al triunfo por 1-0 y así cayeron el anfitrión Portugal, España, Francia, la República Checa y nuevamente Portugal, con aquel tanto de Angelos Charisteas para la consagración.

 Muchos hablaron de la mayor crisis en la historia del fútbol internacional al ver coronarse a un equipo sin nombres ni historia, con la contra casi como apuesta única en el marco de una rígida estructura. Se dijo que estaban conformados por piezas en lugar de futbolistas. Fueron vapuleados por un sector de la prensa. ¡Y resultaron los campeones!

 

4) Leeds United de Don Revie

 El Leeds United de finales de 1960 y principios de 1970 son ampliamente reconocidos como el equipo más odiado en la historia del fútbol Inglés.

 En el campo tenían jugadores excepcionales como Peter Lorimer, Johnny Giles y Billy Bremner. A pesar de que "sólo" ganaron dos campeonatos, una Copa FA y una Copa de la Liga, además de alcanzar la final de la Liga de Campeones de Europa, deberían haber ganado al menos el doble puesto que a menudo se cayeron en el último obstáculo.

 Fueron un equipo muy físico, ganándose el apodo de 'Dirty Leeds' y siendo dura y frecuentemente criticados por la prensa y por el recordado Brian Clough. El Leeds de Don Revie, fútbol cínico y agresivo.

 

3) Estudiantes 1967-1970

 Como el Leeds, pero en la versión americana y aún más exitoso, habiéndose coronado en tres oportunidades con la Copa Libertadores y en una ocasión con la Intercontinental.

 Liderado por el entrenador Osvaldo Zubeldía, y con Carlos Bilardo (entrenador campeón del mundo en 1986) y Juan Ramón Verón (padre de Sebastián) como referentes en el campo, impusieron un estilo físico de juego, centrándose en intimidar a los rivales. Impusieron las faltas tácticas y hasta hoy circula el mito de que utilizaban agujas para lastimar a los adversarios (por tal motivo son conocidos como Pincharratas).

 La Copa Intercontinental 1969, ante el Milan, se ha denominado como la "La vergüenza de La Plata". Estudiantes perdió 4-2 en el global, en uno de los juegos más violentos de la historia. Tan chocante fue la crueldad que, luego del encuentro, todo el equipo fue arrestado por orden del presidente argentino Juan Carlos Onganía.

 

2) Bayern de Múnich de los '70

 Al igual que la Juventus y el Manchester United, el Bayern es odiados en Alemania debido a su éxito. Son el equipo más popular en su país, pero todos aquellos que son rivales se oponen ferozmente a ellos.

 El odio se inauguró a comienzos de la década de 1970, en un momento en el Bayern sólo había ganado dos campeonatos de Alemania en su historia. Hubo una gran rivalidad entre el Bayern y el Borussia Mönchengladbach.

 El Bayern fue atacado a menudo en sus viajes por Alemania, a pesar de que en sus filas estaban varios futbolistas de la Selección Alemana que ganó la Eurocopa '72 y el Mundial '74, tales los casos de Franz Beckenbauer, Gerd Müller y Paul Breitner.

 El Bayern de los años 70 también fue odiado por su fortuna. Si el club perdía las tres finales consecutivas de la Copa de Europa en 1974, 75 y 76, nadie podría haberse quejado. El Athletic de Bilbao, el Leeds United y el St Etienne sufrieron el embrujo. Y los bávaros celebraron su suerte.

 El Bayern también ha contribuido al estereotipo de que los alemanes son los mejores en la organización de los partidos, pero los peores en cuanto a la pasión, lo cual también ha causado irritación en sus enemigos.

 

1) Argentina 1990

Es el equipo más detestado de la Copa del Mundo de toda su historia. Los hombres de Carlos Bilardo, que defendían el título logrado cuatro años antes en México, encarnaron la definición moderna de antifútbol, con excepción en el genio individual del enorme Diego Maradona y Claudio Caniggia.

Tras haber accedido con sufrimiento a octavos de final (cayó ante camerún en el recordado encuentro inaugural de la cita en Italia), Argentina enfrentó a Brasil y se defendió con 10 hombres en su campo. De principio a fin fue sometida por sus rival, que desperdició una gran cantidad de ocasiones. Pero venció gracias a una conquista en su único ataque en todo el encuentro: una genialidad de Maradona definida con brillantez por Caniggia.

Luego enfrentó a Yugoslavia, al que no logró vencer a pesar de que el rival jugó casi todo el encuentro con 10 hombres. En la definición por penaltis, un -por entonces- desconocido portero llamado Sergio Goycochea le salvó con dos tapadas.

En la semifinal contra Italia, en Nápoles, los Azzurri no jugaron su mejor partido, pero fueron el único equipo que intentó atacar. Todo se veía bien después de que Toto Schillaci les diera una ventaja temprana, pero Caniggia empató en el minuto 67 tras un grosero error Walter Zenga y luego Argentina expuso en escenario de artimañanas destinadas a que pasara al tiempo y todo se definiera en una nueva tanda de penaltis, donde Goycochea volvió a ser héroe al tapar las ejecuciones de Roberto Donadoni (el mejor jugador del partido) y Aldo Serena.

En la final contra Alemania, Argentina sufrió varias bajas por suspensión y su mezquindad logró de aquella la peor final en toda la historia de la Copa del Mundo. Sin embargo, recién fue derrotada por un penalti mal sancionado (Andreas Brehme lo transformó ene l 1-0 decisivo) a sólo cinco minutos del final, pero muchos aseguran hasta hoy que, aún así, hubo justicia.


miércoles, 7 de julio de 2010

Apuntes para una teoría contrahegemónica del fútbol

Porque muchas veces se atribuye rebeldía a lo que en realidad es consustancial, pero sobre todo como modo de terminar con el reino del discurso acomodaticio, leve y anti-analítico que pulula por la crítica de fútbol, es menester escribir estas palabras, básicas, insuficientes, pero fundamentales (pues fundan no sólo esta serie de textos virtuales, sino también una línea de pensamiento que se hallaba en varios lugares, sin fijar) que delineen nuestro modo de trabajo a futuro. Un manifiesto. Un manifiesto que se halla atravesado dificultades y contradicciones que intentaremos reducir hasta la expresión más mínima, pero que lamentablemente, como seres humanos pertenecientes a una comunidad y atravesados por su ideología, nunca podremos eliminar.
Y es que el objetivo fundamental y el problema de este manifiesto contrahegemónico tentativo allí se halla: se trata básicamente de desmitificar un fútbol dominado por las palabras y los medios, donde las acciones parecen ser irrelevantes. El problema que encuentra este objetivo desmitificador es que justamente uno mismo se encuentra atravesado por esta mitología hegemónica, y por más que se sacuda los prejuicios no puede evitar de vez en cuando verse sorprendido por nociones que uno creía erradicadas. Todo manifiesto se levanta contra algo, y ese algo, a regañadientes, parte de la sensibilidad de uno: allí reside el poder perverso del mito contrahegemónico, en su dominio, en su omniscencia.
Hay que aclarar las intenciones ulteriores de la contrahegemonía: no se trata simplemente de destruir modos de pensar, sino de construir nuevos modos más justos. La edificicación de una paracultura del fútbol, un modo de pensar paralelo que por ende no estuviera mancillado por la hegemonía, es el proyecto utópico de toda contrahegemonía. Pero la palabra utopía encierra una terrible contradicción: se trata del buen lugar, pero también del no-lugar. La utopía de la paracultura es un horizonte, inalcanzable, que sirve para continuar caminando, pero por las propias limitaciones del ser humano, atravesado siempre por la hegemonía.
¿Pero contra que se rebela el fútbol contrahegemónico, exactamente? ¿Qué es el fútbol hegemónico? Se trata de una pregunta amplia, difícil. El proyecto hegemónico del fútbol es capitalista. Y la lógica del capitalismo impone modos de operar, resignificados a través de los medios por una cuestión no conspirativa, sino meramente de lucro. Los modos de operar incluyen (pero no terminan allí) el intento de convertir al fútbol, deporte competitivo, en un espectáculo rayano con lo teatral. De allí las butacas caras, de allí la predilección por el chiche bonito, ese que cualquier espectador esporádico de fútbol (ese tipo de alta sociedad que va a ver el “espectáculo” como una curiosidad donde participan varias celebridades –los jugadores-marca- y solo puede advertir la belleza en un taco, y no en una defensa que sostiene épicamente una victoria). El fútbol-espectáculo es promulgado por el bien del espectador y su “entretenimiento”, pero el futbolero conoce intuitivamente que en los deportes interesa la victoria. Y la victoria se logra mediante técnicas no siempre vistosas, sobre todo si un jugador o un equipo no ha sido “dotado” por la naturaleza (lo cual no deja de ser relativo, pues también existen dotes para defender, dotes para correr y demás cuestiones relacionadas a la rusticidad y a la falta de talento). La intervención mediática ha convertido estas técnicas en moralmente malas, y el resultado es, siguiendo este tren de pensamiento algo paranoico (lo que no implica que sea equivocado), altamente conveniente para las potencias futbolísticas: si todos despliegan, obligados moralmente, un fútbol de precisión, de gambeta, de individualidad, está más que claro que ganaran siempre los que mejores jugadores tengan. Y los que mejores jugadores tienen, en un mundo capitalista, son los que más tienen para pagarlos. El círculo vicioso perfecto se completa con que estos clubes son verdaderas vidrieras gracias al trato preferencial que dan los medios (porque, por supuesto, los clubes poderosos han tenido más logros y tienen más hinchas), y los jugadores, vistiendo ciertas camisetas, cotizan doble, permitiendo que las arcas de los clubes grandes se sigan llenando y que sigan efectuando el vaciamiento de los clubes más chicos, incapaces de enarbolar proyectos serios por la necesidad constante de vender. Así se logra, por un lado, dominar ideológicamente a los competidores, convenciéndolos de que practiquen un fútbol inconveniente para ellos, y por otro lado, practicamente extinguir cualquier intento de subversión al erradicar de la existencia potable, rentable (y todos los clubes se hallan regido, finalmente, por una agenda económica), los valores comunitarios, solidarios, las raíces fuertes, al convertir al equipo chico en una mina de donde excavar valores, y al jugador en mercancía, en profesional.
Este dominio ideológico-material no solo da resultados contra la oposición, sino también a favor del Poder: hemos mencionado la utilidad de vender un espectáculo (no un deporte), con sus estrellas y sus marcas, para la televisión y también para los propios clubes, ya que aumentan los precios de las entradas y venden más camisetas, publicidad, etc. mientras más jugadores-franquicia tengan. El camino de allí a una pérdida absoluta de proyecto e identidad es muy corto: los clubes pasan a realizar contrataciones sin importar los deseos del entrenador o el proyecto, presionan para que ciertos apellidos entren a la cancha, empiezan a funcionar cada vez más como empresas, con inversores. El espectáculo y la economía se transforman así no en un aspecto del juego sino en el único, el primordial, el motivo de existencia de los clubes, que se transforman paulatinamente en sociedades anónimas donde el socio no tiene voz ni voto, donde el hincha no puede pagar la entrada y donde, realmente, no importa el fútbol más que como escenario de las mercaderías. La transformación ya es clara y concreta en Europa (algunos clubes caminan una línea ideológica acorde a la historia del club, pero no deja de ser una línea siempre ligada a lo empresarial); en América, eterna orilla, permanece la vitalidad y la identidad en las hinchadas, pero esto que desde los sectores empresariales ya se empieza a mencionar como “romanticismo” tiene las mismas consecuencias que sufre el fútbol contrahegemónico: marginalidad, penurias económicas, vaciamiento.
Un sistema implacable, que se vuelve aún más demencial cuando se mezcla con los discursos aristocrático-bohemios que circulan por este país. Entonces el juego y su supuesta belleza (ideal conservador si los hay, similar a la de ciertos poetas que consideraban que lo florido y lo barroco eran lo único que entrañaba belleza) pasan a ser más relevantes que el objetivo primordial, que es el resultado (así lo dictan las reglas del deporte). Y si no se juega al fútbol con la intención de ganar, ¿para qué se juega? Se pretende levantar un ideal anticapitalista, del lujo y la opulencia inútil ante la bandera de la pragmaticidad: los resultados son directamente inversos, producto de los prejuicios, el orgullo y la falta de visión, y la supuesta rebeldía, consustancial. El fútbol-espectáculo, el fútbol-arte, nace de la necesidad del hombre de elevar de rango su actividad: al darle categoría de “bello”, pueden enamorarse en paz, con la aprobación de una sociedad que hipócritamente no se permite el disfrute y el aprendizaje del deporte, del fútbol. Pero se trata de un fútbol altamente aristocrático, hecho solamente para los jugadores que tienen buen trato, marginando no solo las aptitudes defensivas que hacen al deporte, sino también a los propios clubes chicos, que producen jugadores talentosos pero que los pierden en manos de los adinerados. El proyecto Barcelona, loable por su claridad, no sería posible de imitación en las orillas latinoamericanas: a pesar de ello, muchos pretender seguir su modelo imitando lo superficial, el estilo de juego. Lo que nadie logra ver es que el Barcelona se alimentó, y lo sigue haciendo, de canteras ajenas. El fútbol que propone criar futbolistas duchos, aptos técnicamente, lo único que hace es alimentar a los poderosos clubes europeos, incapaces de criar ellos mismos (al menos, hasta recientemente) el biotipo de jugador habilidoso que nace de las geografías de este continente, y fomentar que la educación futbolística se haga en el exterior: el futbolista parte de este fútbol sin demasiados conceptos, sin preparación verdadera, sólo con sus condiciones naturales como credencial. Debe partir para crecer, debe partir para alcanzar un nivel internacional. La formación se hace entonces en los términos de los equipos europeos, y sólo acceden a ella un grupo selecto por su talento de cuna. El resultado en el caso argentino está a la vista: la cantidad de delanteros de primer nivel supera ampliamente lo necesario; en la parte defensiva, se está completamente en deuda. La moda de replicar superficialmente el proyecto Barcelona no hace sino terminar de extinguir toda posibilidad de un fútbol latinoamericano autónomo y rebelde, resistente.
El fútbol contrahegemónico es todo fútbol que se oponga a esta lógica de la mercadería. Las rupturas, como fue dicho, nunca serán totales, y podríamos tentativamente dividirlas en tres reinos indivisibles en verdad y que no jerarquizaremos porque siempre depende del grado en que se realicen: rupturas estéticas (relacionadas a las superficies: actitudes, modos de vestir, violencia), rupturas formales (relacionadas a innovaciones estratégicas y tácticas, que sugieren un verdadero análisis desprejuiciado de los sitemas de juego) y rupturas discursivas (es decir, rompimientos con el modo en que sistema hegemónico imperante -desde los medios y los políticos hasta las dirigencias- funciona), categorias mas bien abarcativas y ambiguas, que aparecen de forma parcial y entrelazada y que sirven apenas para puntualizar los modos que consideramos contrahegemonicos, regla que servira para excluir potenciales caprichos de adherencia. Apuesta a un proyecto a largo plazo, y a una identidad local, arraigada, a un sentimiento de pertenencia. Apuesta, sobre todo, a lo colectivo y al resultado: las formas, ofensivas o defensivas, serán elegidas en función de conseguir el resultado. Se trata de un fútbol, pragmático y desmitificador, que no vende humo con discursos vacíos sino que pretende simplemente atenerse a la acción: el trabajo, el esfuerzo, son entonces pilares de un fútbol de inteligencia, de laboratorio, que pretende poner límite, en mayor o menor medida, al amado azar, a la bendita improvisación: profundamente estudioso de las variantes del deporte, un fútbol humanista, que proclama lo colectivo sobre las deidades individuales del deporte. Un fútbol de invención de recursos para suplir y disimular las falencias, un fútbol vanguardista que será considerado tramposo, vil, como toda vanguardia.
En principio, el fútbol contrahegemónico no es un estilo o una ideología particular de fútbol (es justamente preponderante no etiquetar: es contrahegemónico el aprendizaje de toda alternativa sin discernir moralmente sino a partir de situaciones entre una y otra herramiente; como contrapartida, es contraproducente el fanatismo por un esquema, por más contrahegemónico que sea). Todo proyecto subversivo en alguna medida –en sus formas, en su actitud, en su intransigencia- es contrahegemónico. De esto se deduce que ningún proyecto es puramente contrahegemónico (la pureza contrahegemónica sería en realidad el nacimiento de la utopía paracultural), que la contrahegemonía se halla en partes, en diversos lugares, imposible de resumirse a dos o tres consignas, y siempre contradictoria. También este manifiesto será, necesariamente, inacabado, inacabable. La incompletitud será también arma de la subversión, que impulsa a la búsqueda, a la vanguardia, a la rebeldía.
Pero esto es solo en principio. En la práctica, sí existen formas e ideologías arraigadas en la contrahegemonía. La operación moralizante hegemónica ha condenado el trabajo táctico y el orden defensivo como herramientas indignas, trabajos sucios: no es casualidad que sea este tipo de trabajos los que puede ejecutar cualquier equipo, solo a partir de un trabajo sostenido y a conciencia; también, vale la pena mencionarlo, es inconmensurable la hipocresía mediática en el tratamiento de estas cuestiones, llamando sólidos a los grandes y mezquinos a los chicos. Los periodistas ni siquiera tienen agenda: han aprendido de pequeños, sin cuestionarlos, los mitos del fútbol como improvisación y magia, y se horrorizan ante la idea de una sistematización del juego. Son ellos cómplices inconcientes de un orden que los utiliza para perpetuarse: la realidad es que sin el circo mediático que rodea el juego resulta difícil pensar en tanta discursividad vacía, en tanta bajada de línea insignificante. Al fin el fútbol, como cualquier deporte, se concentraría en aprender las técnicas necesarias para lograr la victoria acorde a los elementos naturales de cada equipo. De la misma manera que un nadador de piernas fuertes corre carreras de media distancia y acelera en la mitad final de la carrera, se prepararía a un equipo fuerte defensivamente para manejar desde allí los partidos y pegar de contragolpe, sin ser condenados por esta decisión a ser parias.
Así funcionan los mitos: anidan en el inconciente colectivo y de allí es imposible erradicarlos. El objetivo primordial del fútbol contrahegemónico, ya fue dicho, es la desmitificación del fútbol: a partir del estudio del juego se logra desembarazar al jugador de muchos preconceptos, se enriquece su capacidad, se incorporan herramientas que lo hacen más completo y más comprometido con el juego. Los jugadores crecen, comprenden verdaderamente el concepto de “equipo”, de solidaridad, de un colectivo buscando un objetivo. Y los equipos, sin rumbo, sin fe en nada más que en un orden que los subyugaba, se transforman en peligrosos equipos subversivos a partir de la educación, convertidos en un colectivo convencido, revalorizado (no sólo porque pueden ser útiles a la causa, sino porque han resignificado y transformado sus valores), lleno de recursos y herramientas que no temen utilizar por cuestiones de moralina: la inteligencia como herramienta primordial de rebelión contra el orden natural (o naturalizado). Son estos equipos, los inteligentes, los solidarios, los que consiguen revertir el proceso de subyugación: los malos, los reos, los peligrosos. Los otros equipos, los de la primaverita, los de la buena camada de juveniles posteriormente saqueados, los del ocasional título, lejos de molestar, caen simpáticos: no son amenaza.
Finalmente, para los que siguen soñando con un fútbol del lujito, de la diversión, signos de goce y opulencia que nada tienen que ver con los valores que debería comulgar el fútbol (aquellos que aprendió Albert Camus, quien defenestró cualquier otro tipo de moral, siendo arquero), cabe decir que cualquiera que haya jugado al fútbol, entre amigos o con canilleras, sabe que el espíritu amateur no se trata de la pisadita para la propaganda o el luja intrascendente: amateur significa “que ama lo que hace”, y nadie que ame lo que hace puede tomárselo como un juego, como una diversión. El espíritu amateur obliga a la obsesión, al estudio, a la búsqueda sin esperar nada a cambio: no hace falta decir que la lógica del capitalismo y su fútbol-espectáculo, de jugadores sin compromiso, jugadores profesionales, se encuentra en las antípodas del amateurismo. Y en ese polo, de obsesión febril, de dejar todo por el juego que uno ama, de considerarlo una diversión, un juego de niños: allí está el fútbol contrahegemónico, intentando combatir las creencias absurdas que banalizan el fútbol hasta convertirlo en un par de chiches para ver en el resumen del año.